lunes, 3 de mayo de 2010

Capítulo 11

Las semanas pasaban. Daphne se había sumido en un extraño letargo. Aunque lo de ser vampiro para ella era un sueño hecho realidad, pero no quería la parte en la que soñaba con el íncubo. A aquel primer sueño se le habían sumado algunos, no muchos pero más de uno, y ella con el primero había tenido suficiente. No se atrevía a preguntar a su hermano, parecía muy protector, y ese tema en especial, parecía tocarle la fibra sensible. Además, no sentía los típicos signos del ataque de un demonio de la lujuria. No se sentía cansada, agotada ni nada de eso cuando despertaba. Podría decirse que era una pesadilla. Al final, justo antes de despertar, el guapo chico se convertía en una versión oscura de él mismo. Pequeños cuernos sobresalían de su cabeza, y largos colmillos se escavan de su boca, largas uñas crecían en sus manos, y sus ojos, oscuros de por sí, perdían todo blanco, para convertirse en dos pozos negros sin el mínimo rastro de calor, de reconocimiento, solo hambre de lujuria, hambre de pasión, hambre… Pero mientras pasaban las clases pensaba en el sueño de aquella noche. Todo era igual. Las manos, las sensaciones. Pero el final variaba. No se transformaba en el temido demonio. Había adoptado la forma de un chico que conocía muy bien, un chico alto, moreno y de ojos oscuros también, pero de un oscuro cálido y deseado, nada frio, nada que infundara temor. Jacob. No entendía que significaba, y mientras meditaba sobre ello, el profesor de literatura la llamo para que saliera a leer aquel trabajo que les había mandado y que le había costado tanto. Había tomado la decisión de hacer un poema, no sabía que tal era, pero sacando valor de cada de rincón, empezó a leerlo ante una atenta clase. No sin antes pensar, ¿por qué precisamente hoy, tienen que estar atentos?

Día tras día,
duermo una noche más.
Día tras día,
despierto sin saber dónde estás.
Quisiera ver tu rostro,
tu sonrisa aflorar.
Querría decirte te quiero,
y no echarme atrás.
Querría tantas cosas,
que prefiero no pensar.
La última vez que desee,
el sueño se hizo realidad.
Pensareis de mí una loca,
por qué no lo iba estar,
acabo de rechazar un sueño cumplido,
que trajo consigo una pesadilla más.
vuelvo a despertar,
Y qué puedo decir.
Quizá que cada mañana hundo la cabeza en el mar de los recuerdos
De la primera vez que te vi.
Y vuelvo a soñar, y vuelvo a desear,
te veo entonces, y solo te quiero besar.
Pero qué más dan mis deseos.
Qué mi corazón,
soy un alma en pena,
sin abrigo y con dolor.

Cuando acabó de leer el poema, la clase se sumió en silencio. No se sabe quien quedó más impresionado, si el profesor, los alumnos, o ella misma. No es que fuera el mejor poema del mundo, pero Daphne no se había puesto nunca a escribir en serio, a pesar de que le encantaba leer, dejaba el arduo trabajo de escribir a los autores. Lo peor de todo aquello, es que cuando leyó aquello en voz alta, se dio cuenta de que era verdad, de que cada vez que veía a Jacob últimamente quería besarle, y que muchas veces encontraba pensando en la primera vez que le vio, solo que en su versión, no estaba frente a su hermano, su hermano ni aprecia, simplemente él y ella, obviamente en sus brazos. Se sentó entre aplausos que pasaron rápido, pero esos segundos de “desde cuándo escribes así” no se los quitaba nadie. Claro que tampoco le quitaba nadie que mientras leía el poema, le habían saltado dos rostros, el de su apuesto vampiro, y el del incierto íncubo.
Después de las clases, aquellas tarde, como tantas otras, fue a casa de su hermano y Jacob. La estaban enseñando sobre el comportamiento de su raza, sobre las demás también, sobre las distintas especies, y sobre todo la estaban preparando para el cambio.
Le habían enseñado de todo. Ahora mismo los vampiros le salían por las orejas. La elite vampírica (a la que pertenecía su familia, por cierto) tenía muchas reglas sobre el comportamiento. Ni que estuviera unos siglos atrás, aunque pensándolo bien, puede que si mentalidad si lo estará. Supongo que el en mis tiempos los jovencitos no se comportaban así, era un poco más radical. Pero parece que el destino no puede parar de depararla sorpresas. Toda la tarde fue como otras. Quizá hoy se embobaba un poco más con Jacob, pero por lo demás, completamente normal. Hasta que se quedó a solas con Jacob, aunque en realidad, eso no era tan extraño. Pero el cambio en su rutina, fue después. La lección había quedado abandonada, y nada colmaba su hambre, primero empezó con un vamos a merendar, luego, la dirección cambió. Estaba nerviosa por el maldito examen que tenía en su vida real, esa en la que casi no veía a sus amigos porque estaba “estudiando”. Se metió en la despensa, y en la balda de arriba divisó sus cereales preferidos. Demasiado altos para ella, se subió encima de la primera balda, sin pensar siquiera si aguantaría su peso, cosa que hizo, al menos de momento. Cuando Jacob notó que no lo alcanzaba, y temía una avalancha de comida, así que fue a ayudarla. Demasiado tarde. La avalancha ya se venía encima, y cuando cogió a Daph para evitar su caída, al final lo que sucedió es que ambos acabaron en el suelo, ella encima de él, con los cereales en la mano.El tiempo se detuvo, ¿cuántas veces abría soñado con este momento? Ciertamente no debía de ser exactamente así, la comida por todos lados, las galletas aun en su mano, aunque no era muy consciente de eso. Únicamente estaba centrada en los ojos del vampiro, oscurecidos. Pensaba en todas las posibilidades por las que sus ojos podían esconder aun más noche. Sabía la teoría, pero poco del la práctica, mil conjeturas poblaban su mente, pero ninguna con respuesta. ¿Qué pensaría él mientras la observaba? No pensaba si era raro que no se apartara de él, no pensaba si era delatador, simplemente no pensaba. Acercó su mano al suave cuello de él, en una trémula caricia. Su mano recorrió la vena, encontrando el pulso acelerado, percatándose entonces de su propio veloz pulso. Centro su vista en la caricia por poco tiempo, pues una cálida mano reclamo sus ojos en el bello rostro. Tomando él ahora las riendas, le acaricio dulcemente la nuca, acercándola dulcemente a su cara, y cuando un estremecimiento recorre todo su cuerpo, la acerca aun más, hasta que sus alientos se mezclan y entonces la besa.Y ella se deja llevar, un beso tímido y suave se convierte en un beso apasionado, sin tiempo a respirar. Olvidan donde están, olvidan las galletas, olvidan cualquier cosa que no sean abrazarse uno al otro. Y dan vueltas y se marean y se golpean y ríen. Y vuelven al pulso del otro, y se marean y vuelven a reír. Y pasa el tiempo y todo es feliz y normal, son dos chicos pasándolo bien, riendo, soñando… pero todos los momentos normales de una vida diferente acaban pasando, y Jacob se corta con un clavo que sobresale del suelo y la sangre brota.
El velo que nublaba la mente de Daphne cae, y es consciente de la herida que sana rápido, pero que aun sangra. Antes de ser consciente de lo que hace, acerca la herida a la boca y empieza a tomar la dulce sangre. Oye un gemido y una mano aprieta su cabeza al brazo, invitándola a tomar más. No supo cuanto tiempo estuvo así, pero solo se interrumpió, cuando ambos se sobresaltaron al escuchar la puerta y su hermano saludar. Cuando su hermano llega a la cocina y les ve, primero parece que quiere matar a Jacob, ya salió el hermano protector, es lo primero que pensó Daphne.No obstante cuando Ian vio la sangre en la comisura de su boca y la herida de Jake, sentenció:
-Quizá vaya siendo hora de que vengas a nuestro mundo, ¿no crees?